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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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31-12-2010

 

 

 

 

Democracia y liberalismo

SURda

 

 

Julio A. Louis

 

Se ha hecho visible una situación delicada, signada -por lo menos- por estos elementos. 1) El imperialismo norteamericano –lo confirma Wikileaks- considera a Uruguay socio estratégico en la lucha “anti-chavista” (expresión usada como sinónimo de anti-socialista), procura alinear a los militares en su política, se entusiasma con la “izquierda pragmática” y a la vez la presiona. 2) Los sectores privilegiados se defienden con sus partidos, los medios masivos de comunicación, las cámaras patronales y otras entidades. 3) El Frente Amplio está gravemente enfermo de liberalismo (es decir, de concepción burguesa). 4) Actúan una multiplicidad de sectas, sólo unidas entre sí en coincidir que el enemigo principal a voltear es el Frente, abonando la desestabilización por la derecha.

 

La democracia y el liberalismo, unidos en la democracia liberal- poseen orígenes y fundamentos distintos. La democracia, gobierno del pueblo (en griego) se ocupa del funcionamiento de éste. El liberalismo defiende los derechos individuales, valorándolos por encima de cualquier otra consideración. “ El Contrato Social” de Rousseau –teórico de la pequeña burguesía democrática- es opuesto al liberalismo, pues sostiene que cada hombre renuncia a sus derechos en favor de la colectividad y acuerda someterse a la Voluntad General. Lo que decide la mayoría es infalible, justo y obligatorio y si alguien se niega a acatar se le subordina a la fuerza.

 

La democracia ha sido defendida e interpretada por clases diferentes. En la Atenas clásica (siglos V y IV A. C.) es el gobierno de los hombres libres, excluyente de los extranjeros (metecos), de los esclavos, y por supuesto, de las mujeres. Después, la democracia liberal adoptada por la burguesía es el gobierno de una minoría insignificante de ricos. Un ejemplo es nuestra Constitución de 1830 que excluye de la ciudadanía a los analfabetos (la inmensa mayoría), los peones a sueldo, los sirvientes, los soldados y las mujeres. Con la Comuna de París (1871) y los Soviets previos a la burocratización (1905-1919), la democracia la ejercen los proletarios. Por su parte, el liberalismo –nacido en los Países Bajos e Inglaterra (siglos XVI y XVII)- defiende las libertades individuales, civiles más que políticas. Al llegar a su cenit con el Estado juez y gendarme (siglo XIX) limita sus funciones a la justicia y represión desentendiéndose de otras. Las libertades efectivas son para los poderosos y los grandes propietarios, mientras suelen ser ficciones para los hambrientos y analfabetos.

 

En toda transformación, ninguna clase u otros actores sociales han mantenido la libertad irrestricta. No fueron amantes fieles de la libertad las revoluciones liberales burguesas (Inglesa, Norteamericana, Francesa, Hispanoamericana) ni tampoco la Rusa, China o Cubana. Fuera de aquellas, aún en el apogeo del liberalismo -en Uruguay con los gobiernos de Batlle y Ordóñez- la burguesía jamás deja de imponer su autoridad, aquí con los sublevados blancos o con los sindicatos.

 

La victoria de la pos-modernidad, la adulteración de la Historia, el “olvido” de conceptos claves han confluido para que en las clases populares y en su fuerza política reconocida, el Frente Amplio, muchos se traguen el sapo de la libertad sin sometimiento a la voluntad general. Pensamos que las libertades individuales valen en tanto no afecten los intereses generales del pueblo. Y ha llegado la hora de expulsar a ese sapo. Pero el FA -para no traicionarse a sí mismo ni a su columna vertebral, la clase trabajadora- debe saber que si no aplica mano dura con los enemigos de clase (aunque el calificativo disguste a nuestros liberales) no estará en condiciones de aplicarla contra aquellos salidos de madre en el seno de las clases populares, sin contradecirse. En tal sentido, el decreto de esencialidad solicitado por Ana Olivera, aplaudido por la inmensa mayoría de nuestro pueblo (hecho que debiera motivar la reflexión de los dirigentes de ADEOM) y la reclamada declaración de emergencia sanitaria aplicada a los anestesistas que entienden la salud como un negocio, son decisiones que no deben desprenderse de este razonamiento, y que una vez que son aprobadas exigen su aplicación. Digámoslo claro, el gobierno también debe demostrar mano dura en la cuestión de la deuda externa, no destinando una cantidad importante de su presupuesto al pago de intereses; contra la campaña de imbecilización de los medios masivos de comunicación (Informativos, Tinelli, etc.), fomentada por el Presidente cuando afirma que la mejor ley de prensa es la que no existe, o que cuando le llegue el proyecto de ley de medios lo tirará a la papelera; cobrando impuestos progresivos (como se hace en el IRPF y el IASS ) al capital, a las ganancias y a la riqueza improductiva; no tolerando la distribución desigual de los beneficios del crecimiento económico; no permitiendo que empresas como FRIPUR violen leyes laborales; reglamentando la ley de sociedades anónimas agrarias; no admitiendo que los militares violadores de derechos humanos mientan sobre los asesinatos y el destino de los desaparecidos amparados en la ley de caducidad mientras son premiados con cárceles de lujo.

 

¡Basta de tantas “libertades”! Aplíquese mano dura. Si el gobierno se atreviera a aplicarla contra el poder económico, alinearía detrás suyo a la mayoría del pueblo, y no pagaría ningún precio por ejercerla también contra los izquierdistas infantiles, tácitos aliados de la reacción. Ni lo pagaría al exigir a los funcionarios públicos sin excepciones, el comportamiento de servidores de la sociedad. Pero mientras coseche elogios del gran capital, sea comprensivo con los explotadores, asegure sus “libertades” y sea reformista con el Estado sin cuestionar su carácter de clase, so pena de negarse a sí y aislarse, no podrá ejercer autoridad contra los trabajadores sin ser cuestionado desde la izquierda..

 

 

 
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